Nuestra felicidad

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Los españoles manifestamos ser un 6,3 de felices sobre 10. No está mal, teniendo en cuenta la que está cayendo.   Sin embargo, llama la atención, cómo se exhibe esa felicidad para que todo el mundo lo sepa, del mismo modo que el dueño del descapotable se pasea calle arriba, calle abajo, a mayor gloria de los decibelios.  Uno entra en el estado de sus contactos de whatsapp o de FaceBook, y se da cuenta de lo injusto que es ese 6,3, que entre lo felices que somos, lo enamorados que estamos y nuestra rica vida social, eso debería ser por lo menos un 9.  ¿Por qué ese afán por hacer público nuestro gozo, nuestra dicha, la luz que irradiamos? Porque ser feliz se ha convertido en “el objetivo”, como antes lo era acumular patrimonio, o alcanzar un estatus social.  Los Estados Unidos tienen su “American dream” y dicen “you got it” a quien lo hace realidad: casa con jardín, cónyuge de sonrisa sempiterna y niños Disney. Parece que el “sueño español” es ser feliz, y para creérnoslo nosotros, primero deben hacerlo los demás.

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Cuando interesa, son nuestros mayores

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En EE. UU. han creado el término de “Inspiration Porn” para referirse a todas aquellas iniciativas que utilizan como excusa para hablar de superación a personas tullidas o con otras limitaciones físicas o psíquicas. La naturaleza nos ha provisto de elementos capaces de estimular las conciencias más gélidas en pos de hacer aflorar un lado humano conciliador: un gugú de un bebé, un oso panda, un koala, un cachorro de lo que sea, y como no, un abuelo/a entregados al cuidado pasional de su estirpe. Los abuelos son una apuesta a caballo ganador del márquetin. Baste, por ejemplo, recordar el eufemismo con el que la opinión pública les define: “nuestros mayores”. El cartero de la Isla Negra le decía a Pablo Neruda, después de robarle sus poemas, que la poesía es de quien la necesita. Pues bien, siguiendo este postulado, los abuelos son un bien común a disposición de quien los necesita. Todo esto viene a colación del último anuncio de la Lotería Nacional, donde una abuela tan errática como afable, moviliza a todo un pueblo para hacerla feliz, al fin y al cabo es un poco de todos. Nada que objetar, un anuncio de buena factura técnica, buenas interpretaciones y que sin duda logra su objetivo, por lo menos el de despertar conciencias, que también vendan más décimos no lo sé. Insisto, todo perfecto, hasta sus cuatro millones de visitas en cuatro días en You Tube, si no fuera porque esa misma devoción con “nuestros mayores” no se ve correspondida fuera de la ficción, y los datos nos dicen que 1 millón de ancianos viven solos, que un 6% vive por debajo del umbral de la pobreza, y que muchos mueren solos, cada vez más, algunos abrasados por la vela que palía la falta de luz eléctrica.

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Prevenir el estrés

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Una manera de evitar que el estrés nos provoque una enfermedad es poniendo en práctica técnicas para manejarlo adecuadamente. He aquí un decálogo de técnicas generales para su manejo:

  1. Realiza una actividad física moderada. Diariamente, durante al menos 30 minutos, realiza una actividad física, ya sea bailar, ir en bicicleta, caminar, jugar al pádel o hacer running. Esto te ayudará a estar en buena forma, a eliminar el exceso de preocupaciones y a dormir mejor.
  2. Establece un hábito de sueño adecuado. Duerme entre 7-8 horas diarias. Antes de dormir, evita realizar actividades de tipo cognitivo (estudiar, trabajar en el ordenador, etc.) y, en su lugar, realiza actividades relajantes, tales como leer un libro, escuchar música relajante, hacer alguna técnica de respiración, etc. Por otra parte, elige otro momento del día para preocuparte, para revisar las actividades realizadas durante el día o para planificar las actividades del día siguiente.
  3. Lleva una dieta equilibrada y sana. Evita las grasas saturadas y los aditivos, el alcohol, el café y otras bebidas excitantes. Come verduras y frutas en abundancia.
  4. Practica la “desaceleración”. No fuerces la marcha para que quepan más cosas en el mismo periodo de tiempo. Planifica las actividades del día con criterios de relevancia, intentando delegar o aplazar el resto. Una técnica útil es lentificar nuestros movimientos forzando una “velocidad de paseo”.
  5. Practica técnicas de respiración o de relajación. Estas son tan poderosas como un fármaco, aunque requieren entrenamiento, esfuerzo y constancia. Cuanto mayor es su práctica, mayores son los beneficios.
  6. Reconoce las cosas sobre las que no tienes influencia para cambiarlas. Aceptar que hay cosas que no se pueden cambiar nos permite liberarnos de una gran carga. Déjalas ir e invierte tu tiempo y energía en aquello que sí puedes cambiar.
  7. Haz diariamente algo que te guste, ya sea leer, pasear, darte una ducha relajante, escuchar música, meditar, ir al cine, etc. Esto hará que se incremente tu nivel de energía vital, convirtiéndose en un buen antídoto contra el estrés.
  8. Evita que el estrés se interponga en tu vida social. Dedica tiempo a tus seres queridos, familiares y amigos. El apoyo emocional o instrumental que te pueden proporcionar constituye una herramienta fundamental para prevenir o amortiguar el efecto negativo del estrés.
  9. Practica el buen humor. Ríete a diario. Ve un programa de T.V. de comedia, elige “ponerte” una cara sonriente, cuenta chistes, etc.
  10. Aprende a decir “no” y a poner límites. No te sobrecargues con más tareas de las que puedes realizar. Delega en otras personas. Pide ayuda si la necesitas.
  (C) Universidad Internacional de Valencia

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CÓMO VIVIR CON ANSIEDAD SOCIAL

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Ansiedad

La comediante británica Sofie Hagen sufre de ansiedad social. Aquí le cuenta a la BBC cómo utiliza los espacios pequeños para manejar su trastorno.

La primera vez que me escondí en un baño público tenía 14 años. Trabé la puerta, bajé el asiento del inodoro, me senté y esperé a que se me pasara la angustia. El detonante fue un joven muchacho llamado Magnus que quería besarme porque yo le había prometido una semana antes que sería su novia. Nunca antes había besado a un chico y, aunque pensé que era algo que quería,mi cuerpo reaccionó de otra manera. De pronto sentí la necesidad de tener paredes a mi alrededor, lo más cerca posible. "¡Has estado allí adentro casi una hora!", gritó dentro del baño de mujeres nuestro amigo en común Victor. "Magnus dice que si no sales pronto romperá contigo". "¡Que lo haga!", le grité en respuesta, y fue así que perdí al primer novio de mi vida pero gané una amistad con los baños públicos y con esconderme en ellos cuando las cosas me superan. Adelantémosnos al presente. "Me gustaría una mesa para uno en un rincón", le dije recientemente a un camarero en un restaurante. Tenía altas expectativas para este restaurante porque su baño era perfecto. Estaba en otro piso, alejado de todo. Nadie más podría oírme respirar allí dentro porque los cubículos son completamente cerrados, sin aberturas arriba o abajo. Cada cubículo tenía además una buena traba y un gancho para colgar mi saco. Era lo suficientemente grande como para que mi trasero se acomodara cómodamente sobre el asiento, sin que la mitad terminara apoyado sobre el tacho de basura que se usa para asuntos vergonzosos de la mujeres. Y era silencioso: sin música, sin colas, sin otras personas. Este era un baño cinco estrellas y me quedé allí unos buenos 20 minutos, respirando profundamente (después de tirar la cadena) mientras trataba de recomponerme. Había pasado seis horas enteras entre personas aquel día, personas particularmente ruidosas. "Si, por supuesto", me dijo el camarero cuando le pedí la mesa. No me sorprendió. A juzgar por sus baños, este restaurante prometía ser uno de los que más atrae a personas con angustia social en toda Inglaterra. Lo seguí hasta la mesa que estaba... un momento, ¿cómo? ¿En medio del restaurante? "Es una mesa para uno, pero no está en un rincón", me dijo sonriendo, mientras colocaba el menú. "Que disfrute y déjeme saber si necesita algo". "Lo que necesito es una mesa en un rincón", casi le grito. Y capaz lo hubiera hecho si no estuviera pasando por un momento de tanta ansiedad social. Aunque claro, si no hubiera estado angustiada no necesitaría una mesa en una esquina en primer lugar. Los rincones son increíbles por el mismo motivo que lo son los baños. Cuantas más paredes haya alrededor tuyo separándote de otros mejor. Mesa en rincón En vez de eso, me colocaron justo entre dos mesas, ambas con parejas que estaban en sendas citas. Recuerdo ese día como el día en que aprendí a insistir en que me den una mesa en una esquina. Aquellos a quienes se lo pidas te mirarán como si fueras un bicho raro porque seguramente sean personas a quienes no les importen los rincones y los baños públicos. Son personas que van a fiestas y les gustan. Si yo voy a una fiesta me excuso al menos una vez por hora y me voy a sentar a algún lado. Encuentro un rincón (oh, los rincones), una escalera, o salgo y busco un callejón cercano. Una vez allí respiro profundamente. Unos 15 minutos más tarde siento que debo regresar y me obligo a sonreír y a hacer ver que estoy escuchando las conversaciones, pero lo más probable es que me esté enfocando en no estar en el camino de personas que pasan cerca mío o en las voces a mi alrededor que se tornan cada vez más ruidosas. Puedo funcionar. Tengo un trabajo con el que no suele interferir mi ansiedad social. Tengo amigos, pero prefiero verlos en sus casas más que en cafés. Si tengo que ponerle un nombre a estos sentimientos que tengo uso palabras como "angustia social". Para ser franca, no estoy segura de cuál es el término técnico. Ansiedad social, angustia social, introversión... nunca me diagnosticaron oficialmente. Lo describo así: cuando hay demasiadas personas o cuando la gente es ruidosa y he estado con ellas demasiado tiempo empiezo a clavarme las uñas en la mano, comienzo a sudar y luego a hiperventilar. Google me informa que es el comienzo de un ataque de pánico, pero Google también me dice que Magnus ahora está comprometido con una modelo, así que prefiero no tomar como hecho todo lo que dice Google. Podría, por supuesto, tratarse de alguno de los otros diagnósticos que he recibido a lo largo de mi vida:
  • Vaga: "Vamos, ¿esto es solo porque no quieres subirte al metro en hora pico? ¡Mala excusa!".
  • Antisocial: "Nunca vienes a fiestas, ¿cómo se supone que harás amigos?
  • Rara: "¿Por qué estás sentada en un rincón? La gente está bailando, ¡ven!".
  • Aburrida: "Pareces muerta cuando estás con otras personas".
  • Estúpida: "No hablabas y seguías observando todo a tu alrededor así que asumimos que no sabías nada".
  • O simplemente arrogante: "No te despediste de nadie, simplemente te fuiste, como si creyeras que eras mejor que nosotros".
Me han llamado "diva" muchas veces. Y supongo que podría serlo sin problema porque, si alguna vez fuera famosa -digamos como Madonna-, mi primer requisito sería que me preparen una mesa en un rincón donde sea que vaya. Y solo cenaría en restaurantes que tengan baños de cinco estrellas aptos para la angustia social. Pero sobre todo, solo quiero una mesa en una esquina.

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¿QUÉ ES SER UN PSICÓLOGO?

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Psicología

Un psicólogo/a es una persona que está tan perdida en la vida como tú, pero que, además de valentía, tiene linterna y un mapa para acompañarte en la búsqueda del camino.

La Psicología es una de las profesiones más mitificadas, prácticamente nadie ha leído el “Código deontológico del Psicólogo” y sin embargo, vemos cómo todo el mundo habla de lo que debería (o no) ser o hacer un psicólogo, sin tener la menor idea al respecto.

Un psicólogo es una persona normal... como todos. Al igual que en todas las profesiones, hay apáticos, drogadictos, arrogantes, corruptos, faltos de ética, entre otras actitudes nefastas, sin embargo, también hay psicólogos excepcionales, inquietos por naturaleza, con personalidades exquisitas. Como ser humano, nada le es ajeno, puesto que en lo humano, la perfección no existe.

Sobre el psicólogo pesa el miedo de la sociedad. Se sabe que el psicólogo ve lo que nadie ve y eso infunde temor. Generalmente, un psicólogo dice lo que no deseas escuchar. Esta es una labor titánica y siempre mal retribuida emocionalmente. Un psicólogo no sabe la verdad de la vida, no tiene fórmulas exactas, no es químico ni adivino y mucho menos telépata. El psicólogo es científico. No siempre tiene razón, pero busca la verdad. Es un explorador, un investigador por convicción.

La diferencia entre una persona que estudia Psicología y otra que no, reside en la relación con su sombra, el psicólogo juega con ella. Un psicólogo es su propio instrumento de trabajo. Un psicólogo nunca lo sabrá todo, pero puedes estar seguro de que nunca dejará de buscar saberlo todo. dia del psicologo (2xx)_thumb

Fuente: adaptado de internet

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